
Dormir debería ser un momento de descanso y renovación, pero para muchas personas, la noche se convierte en una batalla silenciosa contra la mente inquieta. El insomnio no siempre es un problema físico. Muy a menudo, está profundamente relacionado con las emociones no resueltas y los pensamientos que no se apagan.
¿Por qué las emociones afectan al sueño?
Durante el día, estamos ocupados, distraídos, en movimiento. Pero cuando llega la noche, todo se detiene… excepto nuestra mente. Es entonces cuando las preocupaciones, miedos o tensiones que hemos acumulado comienzan a hacerse notar. El cuerpo quiere dormir, pero la mente sigue alerta.
La ansiedad, la tristeza, el estrés o incluso la culpa pueden alterar el equilibrio natural del descanso. Y cuando no dormimos bien, nuestra regulación emocional también se ve afectada. Así se crea un ciclo: las emociones alteran el sueño, y la falta de sueño intensifica las emociones.
¿Cómo romper este ciclo?
La clave está en atender ambas partes: el cuerpo y la mente. Técnicas como la hipnosis terapéutica pueden ayudarte a relajar profundamente el sistema nervioso y a acceder a esas emociones inconscientes que interfieren con tu descanso.
Durante una sesión, es posible identificar qué emociones están activas en el fondo y trabajar con ellas desde un estado de calma. También se pueden introducir sugestiones que promuevan seguridad, tranquilidad y hábitos saludables de sueño.
Dormir bien es un derecho, no un lujo.
Si llevas tiempo luchando con el insomnio, tal vez sea hora de mirar más allá del síntoma y atender lo que hay detrás. El descanso profundo y reparador comienza cuando también cuidamos lo que sentimos.